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Joyas de platino: las razones de su alto precio y reputación

Por su similitud con la plata, arrastró la denominación de ‘oro blanco’ en la antigüedad, siendo notablemente más caro y resistente que el oro puro: el platino destaca entre los materiales más utilizados en la alta joyería. Descontando su elegancia y sofisticación, existen razones de peso que explican el éxito del anillo platino y otras joyas fabricadas en este preciado metal.

Primeramente, la rareza del platino es superior al oro, la plata y otros metales nobles. En proporción con el oro, este elemento químico se obtiene sesenta veces menos. A la menor cantidad en circulación se suma otro factor: su densidad, tan elevada que para desarrollar anillos, collares o broches, se requiere más platino y mano de obra en comparación con los metales comunes.

Las firmas de joyería y lujo justifican el mayor coste de los productos de platino en la pureza. En efecto, la obtención de diez gramos de platino puro requiere más de tres toneladas de este mineral. Pese a ello, las piezas obtenidas muestran porcentajes de pureza superiores al noventa, excediendo con mucho a las aleaciones de oro.

Además, el platino es relativamente novedoso. El naturalista español Antonio de Ulloa y de la Torre-Giralt lo redescubrió en el Siglo de las Luces, pues se estima que los metalúrgicos medievales ya lo conocían, si bien preferían dedicar sus esfuerzos a la obtención de oro, lo que motivó el abandono de aquel. Sus aplicaciones en el sector joyero se retrasaron hasta principios del siglo veinte.

Otra propiedad que ayuda a entender la fuerte demanda de la joyería de platino es su biocompatibilidad. Mientras que otros metales (pocos y cada vez menos utilizados, en realidad) desencadenan reacciones alérgicas en los tejidos corporales, el platino está catalogado como hipoalergénico, por lo que resulta inocuo para las pieles más sensibles. Tanto es así que numerosos piercings se practican con joyas de este metal.