El sector del caravaning muestra una salud de hierro pese a las amenazas de recesión y otros desafíos macroeconómicos. Tanto es así que la venta de caravanas y autocaravanas mantiene unas cifras positivas, demostrando el interés de nuestros consumidores por este tipo de vehículos recreativos.
Con todo, son muchos los que desconocen las diferencias entre una caravana y una autocaravana, más allá de su diseño y de todas aquellas características que saltan a la vista. La disponibilidad de unidad de potencia supone una primera disparidad entre estos vehículos.
Mientras que la autocaravana cuenta con motorización propia y puede considerarse una ‘casa sobre ruedas’, la caravana a secas depende de la tracción de otro vehículo externo para movilizarse hasta su destino. Esta primera diferencia afecta a la conducción a muchos niveles, duplicando elementos como el sistema de frenado, independiente en ambos vehículos.
Por otra parte, el precio de una autocaravana es sensiblemente mayor que el de una caravana. Nuevas o de ocasión, las primeras superan fácilmente los treinta mil euros, mientras que las caravanas oscilan entre los quince y los veinte mil euros, dependiendo de la marca y el modelo, lógicamente. Estos precios son orientativos, por lo que una caravana premium puede doblar el precio de una autocaravana de gama baja.
El gasto en consumo establece otra diferencia notable entre estos vehículos. En razón de unas mayores dimensiones y equipamientos, la autocaravana acarrea un mayor consumo de combustible en cualquier tipo de carretera: autopistas, secundarias, urbanas, etcétera. Por el contrario, la caravana (siempre que su tamaño y pesos sean razonables) pueden ser movilizadas por vehículos poco exigentes en cuanto a su potencia y su consumo.
A la hora de estacionar, los conductores desearían estar a bordo de una autocaravana, no sólo por su manejabilidad superior sino porque, siendo considerados vehículos en lugar de remolques, pueden ocupar plazas de aparcamiento que están restringidas a las caravanas.