En la elección de un odontólogo Santiago de Compostela confluyen factores como la proximidad geográfica, la relación calidad-precio o la cualificación de su equipo médico. Pero no menos importantes son la higiene, la limpieza y la asepsia en una clínica profesional, pues ‘hablan’ de la profesionalidad del centro y de su personal.
La pandemia del coronavirus supuso un punto de inflexión para todos los sectores e industrias, y el dental no es una excepción. A las medidas de higiene y esterilización que priman en la actividad odontológica se sumaron otras adaptadas a los protocolos contra el SARS-CoV-2 para mantener los consultorios libres de agentes víricos.
El público objetivo del sector dental necesita sentirse seguro y protegido en las distintas áreas de una clínica. La falta de orden y limpieza, incluso en proporciones insignificantes, ejerce un impacto notable en un paciente que puede arrastrar miedos como la hematofobia o la tripanofobia. Lo último que desea un centro odontológico es engrosar estos temores.
Obviados los efectos del coronavirus, todas las clínicas dentales siguen un protocolo de limpieza y desinfección. Por un lado, la esterilización por vapor del instrumental sanitario permite eliminar cualquier microorganismo que pueda quedar en la superficie del objeto. Se prioriza el uso de desinfectantes cuya intensidad y concentración aseguren una limpieza profunda y la destrucción de la mayor parte de los gérmenes patógenos.
Además de combatir la proliferación de agentes infecciosos, extremar la higiene en las instalaciones disminuye la presencia de los ácaros del polvo y evita, por tanto, que los pacientes experimenten una respuesta alérgica.
Desde el punto de vista del personal médico y administrativo, trabajar en un entorno limpio y ordenado repercute en la productividad y en el clima laboral. Algunos estudios sugieren asimismo que la limpieza guarda estrecha relación con unos niveles de concentración más altos.